viernes, diciembre 31, 2004

Se acaba el año

Dentro de unas horas acabará 2004. La Tierra comienza a dar una nueva vuelta alrededor del sol. Este año no pasará a la Historia por su benignidad, pero tampoco deberá ser estudiado en el futuro como un año especialmente desgraciado o atípico. Es la vieja Historia del homo sapiens, monótona y previsible. Guerras, catástrofes, corrupción, hambrunas, terrorismo, explotación... Qué negativo me pongo... No, todo lo contrario. Soy optimista por naturaleza... Busco constantemente destellos de humanidad, gestos de solidaridad...y los encuentro. En mitad de los campos de batalla, entre los escombros, en la sordidez de las chabolas descubro sonrisas, ojos que reflejan preocupación y amor, descubro un perro alimentado por la mano de uno de los desheredados del planeta... Veo oasis en los desiertos y percibo la función vivificadora de la lluvia. Oh, soy uno de esos idiotas que creen en el Hombre.

jueves, diciembre 30, 2004

Destino

Voy por la calle camino de casa. Un hombre con acento sudamericano me pregunta por una calle cercana. Le indico el camino, pero cuando el hombre se aleja, veo que toma la dirección equivocada. "No, no es por ahí". Pero él no me cree. Sonríe y me dice que esa calle no está por donde le he indicado. A él le suena que está por otro lado. Yo le aseguro que se equivoca, pero el hombre no me hace caso y se aleja en dirección equivocada. Dejo que se vaya. ¿Quién soy yo para alterar su destino? Tal vez, equivocándose, encuentre lo que busca o quizá algo mejor. Demos una oportunidad a la aventura.

Cine, palomitas y dolor de cabeza

¿Qué tal, queridos y queridas congéneres? Ayer vi una película que tenía grabada: "Dulce Pájaro de juventud", protagonizada por Paul Newman y dirigida por Richard Brooks (si no me equivoco, director de la versión cinematográfica de "A sangre fría" de Truman Capote). No estaba mal. El guión estaba basado en una obra homónima de Tennesse Willians, el de "Un tranvía llamado deseo" o "La gata caliente sobre el tejado de zinc", todas llevadas al cine. Trataba de un actor no demasiado exitoso que regresa a su pueblo natal acompañado de una actriz madura y madurada en alcohol. El chico trata de recuperar a su novia de juventud, hija del corrupto cacique del pueblo. En fin, el típico melodrama hollywoodense. El caso es que, mientras seguía las desventuras de Paul Neuman, me puse a comer palomitas de esas que se hacen en el microondas (probablemente la segunda utilidad de este curioso aparatito después de la de calentar la leche para el desayuno). Eran unas palomitas muy saladas, pero me subieron a poco, así que metí los granos de maíz que no habían llegado a estallar en la bolsa ya abierta y encendí de nuevo el microondas. Durante unos segundos escuché esperanzado el sonido de las pequeñas detonaciones, pero luego me distraje y dejé que las palomitas se carbonizasen ligeramente. Aun así me las comí, saladas y requemadas.
Qué mala noche he pasado. Sentía la boca estropajosa y todos los órganos de mi cuerpo reclamaban agua. Yo se la daba, mediante constantes viajes al cuarto de baño, pero ni toda el agua del mundo apagaba mi sed. Refugiado en el cuarto de baño, aproveché para leer un artículo sobre la criada de Borges. Pasaban los minutos, yo ya sabía muchas más cosas sobre la mucama del genial bonaerense, pero seguía sin poder dormir. Maldigo las palomitas. Esta mañana me he levantado con sed y dolor de cabeza, sigo bebiendo agua... pero nada consigue refrescar mi gaznate....

Pero qué más da. Qué importa los problemas anímicos de un solo hombre... ¿Cómo comparar estas minucias con los problemas de la Humanidad? Tal vez todo arte que no comprometido sea inmoral o éticamente inadmisible. Tal vez no podamos hacer otra cosa que cantar nuestras propias miserias, nuestras desesperanzadora condición de solitarios.

La emoción del primerizo

Acabo de ver mi anterior entrada. No quedó mal. Bueno, ya sé que soy un pesado, pero como dije en la anterio nota, no todos los días uno escribe al planeta Tierra. Seguiremos informando.

Saludos a la Tierra

Coloco mis dedos en el teclado del ordenador. Respiro hondo. Dejo mi mente en blanco. Allá voy. Comienzo a deslizarme por la pendiente. Muy lentamente, con cautela. Porque, tengo que confesarlo, siento algo de miedo. Y también, una emoción profunda y algo tonta. No todos los días uno se dirige al Planeta Tierra. Estas son mis primeras palabras dirigidas al Planeta Tierra. Palabras tímidas e inseguras, endebles y quebradizas, palabras que tal vez nadie leerá.

Pero ¿saben una cosa? Me siento agobiado por la tremenda responsabilidad que supone escribir para millones de personas. ¿Qué tonteria, no? Como si todo el mundo fuera a leer estas líneas. Lo más seguro es que a nadie le interesen mis opiniones, y que este Diario desaparezca dentro de unos meses. Pero nunca se sabe. ¿Y si me leen? ¿Qué opinion se formarán de mí? ¿Qué les parecerán mis ideas? ¿Les gustará mi estilo? Y vayamos aún más lejos...¿Y si alguien lee este Diario dentro de cien años, o de un milenio? ¿Qué pensarán de mí, de un hombre del siglo XXI? ¿Habrán servido de algo estas líneas? En fin, que aunque parezca mentira, siento sobre mis hombros el peso de la Historia...Bonito comienzo, dirán que soy un creído, un tipo petulante, con un concepto demasiado elevado de sí mismo, pero no, soy simplemente un tipo distraído.